A lo largo de la historia del mundo hemos sido testigos de cómo los grandes imperios han logrado su supremacía sobre otros pueblos, basando su poderío en la innovación militar, en su economía, en los alcances comerciales y también en su ideología, así como en sus creencias. Muestra de esto último, lo podemos constatar con uno de los primeros imperios que la historia registra. El imperio Babilonio (año 606 al 536 aC.) además de someter a sus rivales por la vía militar, económica y científica, también lo hicieron a nivel religioso, (Daniel 3:6, Biblia Reina Valera, 1569)
Desde estas épocas ya se sabia que una de las formas con mayor eficacia para someter a un pueblo era a través de imponer sus creencias. Por tal motivo el rey Nabucodonosor, mando construir una estatua con su esfinge a la cual ordeno que se le adorara.
Lo mismo ocurrió con el imperio Griego, las imágenes que ellos construían de sus dioses, eran imponentes para sus enemigos, al tiempo que les ayudaban a someter a los pueblos conquistados. Según sus escritos y creencias, “Zeus protegía los nacimientos, el hogar, la familia, las ciudades; era el dios de la amistad, de la hospitalidad y de los triunfos; el dios purificador y vengador, el dios amable, omnipotente y sabio, conocía el porvenir por medio de los oráculos”. (portalplanetasedna.com)
Tal creencia de poderío a nivel de imágenes, la trasmitían a sus conquistados y estos se asumían como inferiores ante tal poder.
De la misma manera ocurrió con el imperio romano, al igual que los griegos, construyeron grandes imágenes de sus dioses, y obligaban a quienes conquistaban a adorarlos. El imperio romano tuvo dos etapas, la primera fue la del poder político militar y la segunda fue la del poder papal, en esta segunda etapa, se incremento aun más el poder ideológico-religioso. El Vaticano impuso en prácticamente toda Europa, su poder ideológico, basado básicamente en un cúmulo de imágenes (santos y vírgenes), que imponían a los pueblos; tal y como lo afirma Priya Hemenway “Estos dos mil años han sido testigos de la aparición de un mundo complejo, y los santos portadores del mensaje de amor de Cristo se han visto obligados a afrontar una y mil batallas contra los que ostentan el poder que han tratado de destruir el mensaje”1
El poder papal extiende su dominio a través del imperio español, a un nuevo continente (que tiempo después se llamaría America), y en este continente una vez más se ve reflejado el poderío de una religión. A los nativos se les impuso la adoración de imágenes y santos propios del imperio, afirmando aún más el control sobre ellos.
Una vez instalada la colonia en México, se hizo patente el dominio ideológico a través de lo visual, la construcción de grandes iglesias sobre templos y edificaciones indígenas, las pinturas y estatuas de santos y vírgenes, el Cristo crucificado y de más imágenes, fueron permeando en el ideario colectivo hasta llegar al punto en que los indígenas, fueron perdiendo su religión y aceptando la nueva impuesta. Es preciso señalar que la religión de los nativos también tenía una carga visual importante ya que también ellos construían imágenes de sus deidades y templos para su veneración, lo cual reafirma cómo los gobiernos e imperios en diferentes latitudes y épocas, utilizaron la ideología religiosa y por ende sus imágenes como sinónimo de su poderío.
En México y más exactamente en la ciudad, el poder papal instauro varios monumentos arquitectónicos, todos ellos con características similares y con un denominador común, sus imágenes y santos; en especial una imagen que logro el objetivo de la iglesia, el dominio y el sometimiento, fue la virgen de Guadalupe, esta imagen creada por la iglesia, hizo que la personas de ayer y hoy vieran en ella a la madre del mexicano, o como dijera Priya Hemenway “Quizás la más amada de todos los santos y santas, la virgen representa el amor y la devoción de aquellos que buscan el consuelo y la salvación a través de la iglesia” Los Santos pag. 27, En efecto, la virgen es una imagen que despierta un sentimiento único en la mayoría de la gente, ven en ella todo lo que representa la santidad, fuente inacabada de milagros y pureza.
Sin embargo la Constitución de 1857 superó por vez primera en la historia de México, la intolerancia religiosa, en esta Constitución quedó implícita la libertad de cultos, esto hizo que la educación en México comenzara a ser laica, pero el poder religioso cuestiono la autoridad del Estado al no reconocer su facultad de legislar sobre todas las instituciones establecidas en su territorio y, a su vez, defendió la soberanía de su institución en materia de culto religioso; lo cual provoco una dicotomía en la sociedad, ya que por un lado, el estado promovía la libertad de culto y por otro la iglesia arreciaba su influencia a través de sus imágenes dentro de sus iglesias, así como en publicaciones impresas; así lo expone Laura O´Dogherty, “…la secularización necesaria y paulatina de la sociedad, ampliaron los niveles de tolerancia hacia las actividades de la iglesia. Así, la conciliación incluyó materias como la propiedad del clero y el establecimiento de congregaciones religiosas extranjeras… la adquisición de bienes inmuebles para instituciones escolares y de beneficencia, la educación parroquial y las manifestaciones artísticas y de culto”3.
Es aquí donde cabe plantear la siguiente pregunta ¿qué efecto puede producir en el habitante de la ciudad de México, bajo el contexto de un Estado laico, el hecho de ver a ese icono sacro, convertido en una caricatura? Más aún ¿qué provocará en este mismo ciudadano, ver como se lucra con su santa madre? Preguntas que espero tratar de entender y responder.
Antes de iniciar con el resultado de estas preguntas, es preciso establecer lo que es y ha sido la caricatura en la ciudad de México, debo decir que la caricatura en la Cd. de México es larga y prolifera, sin embargo, donde más participación activa ha tenido la misma, es en el terreno de la caricatura política.
“En 1826, el italiano Claudio Linati introduce la litografía en el país, imprime el periódico El Iris, el cual publica el mismo año la primera caricatura con el título TIRANÍA. A partir de ese momento, los ilustradores y litógrafos dibujan el México real, muy diferente al que en Europa habían conocido” La Caricatura en el México Independiente 1826-1876, pag. 10. Uno de los más reconocidos caricaturistas de esta época fue sin duda Gabriel Vicente Gahona alias “Él Picheta”; este grabador sentó las bases de lo que serían los inicios de la caricatura con fines críticos y políticos.
Antonio Caso se refiere así de la caricatura, “El caricaturista difiere del pintor en un solo aspecto nomás, pero decisivo; fundamentalmente, no sólo ve, sino que opina sobre lo que mira. No es imparcial, colabora con su propia intuición y dice qué piensa de lo que ha visto. De aquí que provoque, ipso facto, el deseo de reír” La Caricatura en México, pag. 21. Estas palabras se pueden constatar al revisar publicaciones antiguas donde se muestran trabajos de caricaturistas; en prácticamente todas ellas se muestran, ácidos, irreverentes, sarcásticos y con una capacidad de abstracción total.
Justamente hablando de la abstracción que se debe poseer para lograr que una caricatura cumpla con lo que se pretende, es importante estipular que el caricaturista dibuja el objeto, “deformándolo”, según él lo ve; es decir dibuja la primer impresión del objeto en cuestión. Por lo tanto, él caricaturista necesita deformar los rasgos físicos para acercarse a la realidad del carácter del sujeto; o en su defecto resaltar aquello más distintivo del mismo. Como lo dijera Luis Mario Schneider “el arte resulta más humano con caricatura que sin ella” por lo que creo que debemos considerar a la caricatura como una forma vital en las artes gráficas.
En la actualidad es tan importante y poderosa la imagen de una caricatura que puede llegar a provocar choques de civilizaciones, tal y como ocurrió en mayo de 2006 “cuando se publicaron 12 caricaturas satíricas en torno a la figura del profeta Mahoma, fundador del Islam…. El periódico sostuvo que los dibujos fueron un ejercicio de libertad de expresión, al igual que el gobierno danés, que declinó dar una disculpa, estimulando la molestia de los musulmanes de Dinamarca. Los países islámicos lo consideraron una provocación, al igual que la Iglesia Católica, lo cual provoco muertos en Pakistán”. O por el contrario una imagen caricaturizada puede lograr efectos positivos en las personas, así lo afirma un gran caricaturista mexicano Eduardo del Río Rius, cuando hablo sobre una de sus obras, “Muchos me escribieron diciendo que gracias a los super-machos y los agachados se interesaron en leer, en cultivarse y se enteraron de asuntos de los cuales ni idea tenían. Creo que el cómic cumplió su misión… Por esta razón, yo en lo personal, me he dedicado más a la caricatura para el pueblo con el fin de concientizar, de hacerle ver y conocer el origen de ciertos problemas y porqué no se dan soluciones; y al mismo tiempo estoy atacando al gobierno, al sistema.” La Caricatura en Trazos, pag. 32. Con estos dos ejemplo podemos constatar que la imagen de una caricatura puede provocar cosas tanto positivas o negativas en los receptores de las mismas.
Todo esto ocurre ya que la imagen oscila constantemente en dos polos, en otras palabras entre lo real o verdadero o en el universo de la ilusión, de lo icónico o la idolatría, o lo que muchos suelen llamar lo divino y lo diabólico.
Hasta aquí, hemos hablado tanto de la imagen religiosa, como forma de sometimiento por parte de un imperio hacia un pueblo dominado y de cómo esta mantiene un control sobre las personas a través de imágenes, así mismo hemos ya hablado sobre la caricatura en México, y de cómo esta ha venido evolucionando en el contexto de un Estado laico.
Ambas al fusionarse tienen un poder especifico para quien es el receptor de las mismas, dado que nuestra sociedad actual es consumidora de imágenes, pero al mismo tiempo fanática y celosa de sus creencias, entramos a una disyuntiva entre lo que se puede hacer y no en materia de imágenes caricaturizadas religiosas. Esta disyuntiva es provocada, con justa razón, dado que nuestra sociedad se mueve en un conservadurismo con relación a lo religioso, provocando así una situación difícil para exponer imágenes religiosas en forma de caricatura y al mismo tiempo por que para el habitante de la ciudad, la imagen de un santo o la virgen representa, lo puro, lo bueno y lo sublime; por lo que resulta difícil entender cómo una imagen tan venerada y sacra para las personas, puede lograr aceptación en ellas, sin que provoque malestar o más aún irritación por tal hecho.
Ante tal disyuntiva, Juan Cristóbal Cruz Revueltas nos dice lo siguiente, “la constante desconfianza ante las imágenes, si no es que, en realidad, con una marcada tendencia al aniconismo (rechazo de la imagen) o incluso, no pocas veces, con verdaderas formas de iconoclasia. En efecto, la idea de un pueblo unido por la emoción producida por las imágenes (religiosas o no) ha sido constantemente considerada, en la teoría y en la práctica, como ajena a la sociedad democrática”2.
Al respecto, podemos decir que hay etapas de la vida del colectivo que están marcadas por la misma evaluación subjetiva de las imágenes, en otras palabras, hay imágenes que llegan al gusto y aceptación de las personas de la ciudad por consenso, aunque estas sean agresivas para sus creencias, pero como el colectivo las ha aceptado, en lo general, las personas las hacen suyas sin cuestionar o molestarse por dichas imágenes. Incluso la iglesia ha llegado al grado de lucrar con la imagen de la virgen de Guadalupe, al vender los derechos de la misma a una empresa estadounidense, como se puede constatar en la revista Proceso del martes 11 de feb, 2003, “La Basílica mexicana vende derechos de imagen de Virgen de Guadalupe. La firma Viotran, con sede en Orlando, Florida, adquirió "derechos de propiedad" sobre la imagen religiosa por 12,5 millones de dólares, dijo la revista Proceso”.
Por otro lado en los últimos años, en México se comenzaron a vender en diferentes soportes, la imagen caricaturizada de la virgen de Guadalupe a la que su creadora dio el nombre de “Virgencita Plis”, dicha caricatura ha logrado comercializarse y posicionarse en el mercado de la ciudad de México de manera muy efectiva, tanto que se puede ver en diversos centros comerciales y en diferentes artículos de uso cotidiano. La pregunta salta a la vista ¿Qué hizo qué esta imagen, tuviera el éxito que tiene? ¿Cuál ha sido la lleve del éxito para qué esta caricatura fuese aceptada por un público fervoroso de la virgen?
En el caso concreto de esta caricatura, solo fue intuición, así lo afirma su creadora, Amparo Serrano, en entrevista con “El Universal.com” ella cuenta que la idea surgió a raíz de un viaje y se dio a la tarea de dibujar la caricatura de la virgen, no hubo un estudio antropológico ni sociológico de por medio, simplemente, la imagino y la dibujo. Lo que aumenta aún más nuestra tarea de investigación.
Ahora bien, si consideramos lo que en un inicio se expuso, con base en lo que una imagen puede representar para una sociedad y al mismo tiempo para el poder, sea este político o religioso; la imagen de la “Virgencita Plis” logra conjugar tal vez de manera fortuita lo que el poder desea de una sociedad, que es el sometimiento, permitiendo a otros actores intervenir para la explotación de sus imágenes y por otro lado un fenómeno social que se llama moda. Lipovetsky lo dice de la siguiente manera, “Empíricamente podemos caracterizar la sociedad de consumo bajo diferentes aspectos: elevación del nivel de vida, abundancia de artículos, culto a los objetos y diversiones, moral hedonista y materialista, etc… Pero, estructuralmente, lo que la define en propiedad es la generalización del proceso de la moda. Una sociedad centrada en la expansión de las necesidades es ante todo aquella que reordena la producción y el consumo de masas bajo la ley de la obsolescencia, de la seducción y de la diversificación, aquella que hace oscilar lo económico en la órbita de la forma moda”.
Lo anterior nos lleva a pensar en un mundo donde las imágenes, iconos y símbolos están en franca idolatría, y las caricaturas que se hacen de “santos”, no afectan, siempre y cuando estén dentro de la “moda” y en conformidad con el poder.